jueves, 23 de enero de 2014

EL PAISAJE DE SANLÚCAR EN LA PINTURA DE MANUEL GARCÍA Y RODRÍGUEZ

© JOSÉ CARLOS GARCÍA RODRÍGUEZ



Manuel García y Rodríguez. (Antonio Susillo, 1892)






La inicial producción pictórica de género del pintor sevillano Manuel García y Rodríguez (1863-1925), pronto dió paso  a un paisajismo naturalista renovado que ya no habría de abandonar. Fue esta una obra basada en la corrección del dibujo, en el tratamiento de la luz y el color, en la poesía, la sensibilidad, la añoranza y la placidez. A esta temática del paisaje cultivada por el artista desde los años finales del siglo XIX corresponden  sus pinturas realizadas en Sanlúcar de Barrameda donde García y Rodríguez encontró su lugar para el descanso veraniego y donde poseía una villa de recreo, de nombre La Marquesita.  En La Jara, su lugar predilecto en Sanlúcar, ejecutaría el pintor sevillano numerosas panorámicas de la desembocadura del Guadalquivir, de sus playas y  de su entorno agrícola  y residencial.




Playa de Sanlúcar


          De carácter retraído y callado, Manuel García Rodríguez apenas si llegaría a abandonar su Sevilla natal a lo largo de su vida. Sus esporádicas salidas a ciudades como Antequera y Ronda, o sus desplazamientos veraniegos a Sanlúcar, se debían fundamentalmente a una búsqueda de bellos rincones cargados de luminosidad y de sabor provinciano, o de paisajes sobre los que poder trabajar, incansable, casi de sol a sol, desde una escondida senda a la que era muy aficionado y en cuya búsqueda ponía tantísimo empeño. Contaba uno de sus hijos, Manuel García Herrera, que incluso en el último año de su vida cargaba con sus avíos de pintar y emprendía caminatas más propias de un muchacho que de un hombre de sesenta y dos años con las piernas resentidas por el reúma. Y cuando le preguntaban que por qué andaba tanto, García y Rodríguez contestaba que no tenía la culpa de que "lo bonito estuviese un poco lejos". 

Paisaje de La Jara


Playa de Sanlúcar

          En su pintura, García y Rodríguez nos ofrece unos paisajes de La Jara exuberantes de color, de personalísima vegetación tan sanluqueña -pinos, vides, palmeras, adelfas, araucarias,...- y plenos de paz; desgraciadamente unos  parajes desaparecidos en su mayor parte. 


Una vista general de La Jara

          Como complementos paisajísticos aparecen muy a menudo unos personajes -apenas sutiles presencias humanas-, que confieren a las obras de García y Rodríguez un carácter de perfecta normalidad cotidiana, a veces algo cercano a la pintura costumbrista tan fecunda en España durante el último tercio del siglo XIX, y que hacen del artista sevillano un consumado maestro en la integración del hombre en la naturaleza. En su pintura sanluqueña son ejemplares la presencia de arrieros y del mocerío para acentuar una naturalidad y una viveza que son características de muchos de sus espléndidos paisajes veraniegos captados por el pintor entre mariposas y abejorros, desde el rincón hallado por fin  tras caminar y caminar con los bártulos a cuestas pero con el convencimiento de poder encontrar la belleza que habría de plasmar en sus cuadros.


Caserío de La Jara


Pozo en La Jara

Otra pintura del pozo de La Jara










          Colaborador gráfico de la revista Blanco y Negro durante muchos años, García y Rodríguez repetiría con asiduidad los temas sanluqueños en aquella publicación de la familia Luca de Tena. De esta forma el pintor contribuyó a popularizar la imagen veraniega de una ciudad que por entonces era un centro de vacaciones de trascendencia nacional. El Ayuntamiento sanluqueño reconocería la altura artística y la afinidad de Manuel García y Rodríguez con Sanlúcar, otorgándole el nombramiento de hijo adoptivo en 1922, el mismo año en que también el compositor Joaquín Turina recibe idéntica distinción.   


La Jara




Un camino entre los recreos de
La Jara
          Sin duda, la extraña figura de Manuel García y Rodríguez, solitaria y un poco misántropa, con bigotes de "capitán de carabineros" y que, incansable, recorría el campo de La Jara a la busca del adecuado rincón luminoso, debió ser muy familiar para sanluqueños y veraneantes durante las primeras décadas del pasado siglo.


Casa de La Jara