|
El fotógrafo Antonio Palomo González |
© JOSÉ CARLOS GARCÍA RODRÍGUEZ
No
fueron pocos los artistas que en las primeras décadas del pasado
siglo mostraron su interés por Sanlúcar de Barrameda para dedicarle
mucho de lo mejor de sus obras. Paradigmáticos son los casos de
Joaquín Turina, en la música, y de los pintores Manuel García y
Rodríguez y Manuel González Santos. Coetáneo de este trío de
ilustres sevillanos seducidos por el poder de atracción de la ciudad
fue Antonio Palomo González (1864-1944), un fotógrafo de Jerez de la Frontera
en cuya obra sanluqueña,
además de manifestar una gran perfección técnica, reflejó una
sensibilidad fuera de lo común para legarnos el testimonio de toda
una época.
|
Arquillo de Rota
|
|
Palcos en las Carreras de Caballos |
Las
primeras fotografías sanluqueñas de Antonio Palomo González se
remontan a los inicios del pasado siglo cuando, establecido en la
ciudad, trabaja como escribiente en las oficinas de la bodega
Vinícola Hidalgo en la que alcanzaría la categoría de jefe de
escritorio y donde se jubilaría en 1930.
|
Un paseo en barca |
Antonio
Palomo, quien ha aprendido a seleccionar la temática y la
oportunidad de sus fotografías, vive con apasionamiento su afición
a la que dedica muchos de sus ratos libres y en la que, para alarma
de sus dos hermanas solteras con las que convive en Sanlúcar,
invierte una buena parte de sus ingresos como escribiente. De
Sanlúcar nos dejará el fotógrafo instantáneas en las que llega a
sublimar la sencilla naturaleza del entorno ciudadano con sus
incontables vistas de pinares y arboledas que tanto debían atraerle.
Tampoco pasarán inadvertidas para la cámara del jerezano las
imágenes de actividades locales tan genuinas como la bodeguera o las
faenas de pesca. Con sus repetidas y bien seleccionadas marinas el
fotógrafo parece rendir todo un homenaje, desbordado de
sensibilidad, técnica y gusto refinado, a los pescadores de Bajo de
Guía. Y también pondrá atención al ambiente que se respira en la
playa de Sanlúcar durante la celebración de las carreras de
caballos.
|
Escena ciudadana (Calle Regina esquina a plazas de la Trinidad y San Roque) |
Pero donde
mejor parece moverse el talento fotográfico de Antonio Palomo es en
las vivísimas escenas cotidianas que sabe captar con inusual
oportunidad para ofrecernos auténticos cuadros de costumbre. Como
muestras de su siempre oportuna presencia como espectador son sus
fotografías de vendedores ambulantes: de barcos de corcho, de
caracolas, de barquillos, de camarones, de juguetes, de patatas, ...
Impagables son el espectáculo que nos ofrece del oso ante las
puertas del antiguo juzgado de la calle Santo Domingo, la imagen del
ciego vendedor de pañuelos o la escena de los arrieros en el
abrevadero del Arroyo de San Juan. Entrañables por el sentimiento
nostálgico que rezuman son las instantáneas de la antigua fuente
del castillo de Santiago, la del grupo de muchachas con sombrillas
que pasean por el antiguo camino del Cerro de Falón o las niñas
jugando en la arena de la playa. Son obras de un altísimo valor
etnográfico y plenas de sabor, algunas de ellas no exentas de cierto
tinte social que nos empuja a la reflexión.
|
Manantial de Las Piletas |
Las escenas
de playa y las vistas de la ciudad reflejan la placidez y el encanto
de una Sanlúcar cuyo espíritu supieron captar los ojos de artista
de Antonio Palomo. En su conjunto, la obra sanluqueña del fotógrafo
jerezano, compuesta por centenares de imágenes cuyo contenido va más
allá de los elementos que las conforman para justificar hechos y
descubrirnos rincones y tipos, es un monumental reportaje del mejor
fotoperiodismo dedicado a una ciudad que, por entonces, era centro
indiscutible del veraneo en el Sur español.
Por estas fotografías podemos asomarnos a muchos instantes
detenidos de aquellos primeros años del siglo XX y saborear un
tiempo que el talento y la capacidad creativa de Palomo supieron
dibujar como nadie a través del objetivo de su cámara. La colección
sanluqueña de Antonio Palomo, por su gran valor cualitativo y no
desdeñable cantidad, constituye un fondo histórico y documental de
carácter extraordinario correspondiente a toda una época pasada.
Una anécdota
que se recuerda entre sus familiares nos acerca a conocer la peculiar
personalidad del fotógrafo jerezano de cuyo carácter algo
misántropo eran sabedores los sanluqueños. Al parecer, cuando en
una ocasión le fue ofrecido un aumento de sueldo en su empresa
Vinícola Hidalgo, Antonio Palomo rehusó la propuesta de sus jefes.
“Con lo que percibo hasta ahora tengo bastante, por lo que deberían
ofrecer este aumento a alguien con más necesidad que yo”, parece
ser que fue su contestación, sobresaltando a sus dos hermanas
cuando éstas fueron informadas de aquel hecho.
|
Vendedores de patatas en la Plaza de San Francisco (actual de Santa Ángela de la Cruz) |
Por su
testamento otorgado ante el notario José Luis Ruiz Badanelli sabemos
que Antonio Palomo tenía establecido su domicilio sanluqueño en el
número 3 de la calle Benegil, donde fallece el 17 de enero de 1944 a
la edad de 79 años. Al morir también una de sus hernanas en el
breve espacio de tiempo de tan solo unos días, se llegó a extender
por Sanlúcar un chascarrillo que decía que aquel año no habría
Tiro de Pichón “porque se estaban muriendo todos los Palomos”.
Tras su fallecimiento, el ingente legado gráfico de Antonio Palomo
González, quien nunca llegó a casarse, pasa a manos de sus hermanas
y posteriormente a su sobrino Victoriano Romero Palomo. El archivo,
magníficamente conservado, es mantenido en la actualidad en Jerez
por su sobrino-biznieto Francisco Lozano Romero a quien se debe su
organización y la digitalización de las imágenes que empiezan a
divulgarse como tributo de admiración y de reconocimiento a tan
excepcional artista.
Nota:
El
autor agradece la información y las imágenes del Archivo
Fotográfico Antonio Palomo González cedidas
por Francisco Lozano Romero. Las reproducciones de las fotografías
de este artículo sólo están permitidas si cuentan con la expresa
autorización del citado archivo.